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Entrevistas

Parto respetado: ¿Cuál es el rol de las y los profesionales de la salud para su promoción y cumplimiento?

En Argentina se promulgaron dos leyes que son de avanzada en el mundo.

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Los aspectos más relevantes del artículo

  • Según la licenciada Villarreal, el parto respetado es aquel en donde la mujer es la protagonista activa del proceso de parto.
  • Se considera el tiempo biológico y psicológico de la mujer. 
  • No se realizan en ella intervenciones innecesarias e injustificadas.
  • Es, además, el espacio a donde se le brinda información clara y donde se respetan sus características religiosas, sociales y culturales.

En los últimos años, en Argentina se promulgaron dos leyes que son de avanzada en el mundo: la de Ley de Parto Respetado (25.929), que enumera los derechos de la madre, padre y el recién nacido, y la Ley de Protección Integral a las Mujeres (26.485), que describe a la violencia obstétrica y los preceptos necesarios para evitarla.

Sin embargo, el hecho de que exista esta normativa, no significa que el derecho al parto respetado se cumpla en todos los centros de salud ni a nivel federal. Por eso, Océano Medicina dialogó con María Villarreal, licenciada en Obstetricia, para analizar cuánto falta aún por saber a la hora de hablar de parto respetado, y principalmente, cuál es el rol de las y los profesionales de la salud para su promoción y efectivo cumplimiento.

-¿Cómo definiría al parto respetado?

-El parto respetado es aquel a donde la mujer es la protagonista activa del proceso de parto. Si bien es algo que suena obvio, no siempre ocurre porque, en muchas circunstancias, el equipo de salud toma el protagonismo y le quita ese rol activo a la mujer.

Desde la perspectiva del parto respetado, se considera el tiempo biológico y psicológico de la mujer. No se realizan en ella intervenciones innecesarias e injustificadas. Es, además, el espacio a donde se le brinda información clara y donde se respetan sus características religiosas, sociales y culturales. También, donde se le permite estar acompañada o sola, de acuerdo a lo que ella desee.

-¿Qué rol tienen las y los profesionales de la salud para promoverlo?

-Deben proteger, guiar y, en muchos casos, ser espectadores del proceso. Desde el punto de vista del embarazo, informar sobre el parto, vaginal o por cesárea, y sobre el trabajo de parto. Durante el parto, resguardar la salud de la mujer e incentivarla a que se libere, a que siga sus instintos.

-¿Podría ampliar un poco más sobre ese concepto?

-Desde un punto de vista fisiológico, el trabajo de parto funciona bien cuando la mujer está liberada, cuando, antropológicamente hablando, cobra mayor protagonismo su cerebro más primitivo. Es decir, cuando la hipófisis y el hipotálamo aumentan su actividad, y la reduce el neocortex o la corteza cerebral, que es la parte más moderna del cerebro. Cuando esto ocurre se liberan hormonas como la oxitocina, vinculadas con la sedación, el amor, apego e, incluso, con generar contracciones.

Para que este proceso suceda es necesario que el equipo de salud no intervenga de más y genere las condiciones para que la mujer se relaje. En estado de relajación, la mujer se pondrá en comunicación profunda con su cuerpo y hará lo que él necesita para el trabajo de parto, como por ejemplo realizar determinadas posturas o buscar la oscuridad.

– En cuanto a las cesáreas, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que la tasa no supere el 10% a 15%, y se practiquen solo en casos necesarios. Aún así, este porcentaje es ampliamente superado en la mayoría de los países, ¿en Argentina ocurre lo mismo?

-Se habla de la pandemia de cesáreas, es un fenómeno mundial. En Argentina, se ha producido un reporte de la Defensoría del Pueblo junto con otra asociación donde se indica que hay algunas provincias donde la tasa de cesáreas supera el 85%. En la Ciudad de Buenos Aires, la tasa de cesáreas es mucho más alta en el ámbito privado que en el público; de todos modos, en ambos ámbitos es muy elevada y varía dependiendo de cada provincia.

-¿Cuáles pueden ser las causas de este fenómeno?

-Hay múltiples causas. Una es reducir los tiempos del proceso de parto. Esta búsqueda de la rapidez tiene motivos históricos. Tradicionalmente, los partos eran asistidos por mujeres, las parteras empíricas, pero, con la segunda revolución industrial, se comenzó a medicalizar el parto. El cuerpo humano empezó a ser concebido como una máquina y el trabajo de parto y el parto, como un proceso industrial. Se intentaba generar la mayor cantidad de productos, en la menor cantidad de tiempo posible.

La mujer fue percibida, entonces, como una máquina y el bebé como un producto. De hecho, algunos neonatólogos, hoy en día, los siguen llamando “el producto de la concepción”. Desde este imaginario, los obstetras y las obstétricas eran operarios que mientras más rápido sacaran al bebé, más funcionales eran para el sistema. El hospital empezó a funcionar como una fábrica. Por eso, aún en la actualidad, en muchos centros de salud se considera que la mejor partera o el mejor obstetra es aquella o aquel que logra que el proceso de parto sea rápido.

Otra causa es el temor al período expulsivo, razón por la cual se lo acelera, lo que también lleva a cesáreas innecesarias.

Un tercer motivo es que a las mujeres nos hacen creer que no podemos parir. Muchas mujeres reciben mensajes, desde el embarazo, que las van alertando y las van preparando para una cesárea.

La obstétrica María Villarreal.

-¿De dónde reciben esos mensajes?

Del obstetra, de la obstétrica e, incluso, de la propia comunidad. La palabra del médico es muy importante y se viraliza. Si yo a una paciente le digo, por ejemplo, “usted tiene la pelvis chica y, además, el bebé tiene una vuelta de cordón en el cuello, con lo cual no sé si en el parto no le podría faltar el oxígeno”. Ella, mentalmente, se irá preparando para una cesárea porque no querrá que su bebé sufra. Tal vez, el día de mañana, a esa paciente se le brinde la opción del parto vaginal y elija la cesárea, pero será una elección sesgada, será una decisión tomada a partir de información no validada científicamente.

También puede ocurrir que una paciente tenga amigas que tuvieron cesáreas porque no dilataron (o al menos eso les dijeron) y se pregunte por qué tiene que pasar por el proceso de trabajo de parto si de todas maneras será operada. Empezará a desconfiar de su propio cuerpo y sus capacidades.

-Y en este marco, ¿cuál es el impacto la violencia obstétrica?

-En mi perfil de Instagram, varias mujeres me cuentan que prefieren una cesárea porque saben que, en diversos centros de salud, durante el trabajo de parto, a las mujeres las maltratan, no las dejan moverse, les dicen que se aguanten el dolor. El sistema de salud es el responsable de cambiar esta realidad.

¿Eso implicaría desarmar ciertos hábitos de los profesionales de la salud?

Sí, hay rituales que tienen los médicos, muchos de ellos no fundados científicamente, que posiblemente no sean percibidos como tales. Por ejemplo, poner campos estériles en las piernas de la mujer cuando va a tener su parto vaginal no tiene ningún sustento científico pero, seguramente, se seguirá haciendo porque hay prácticas que se transforman en un ritual. Se cree que con ellas se evitará que a esa mujer y a ese niño les ocurra algo malo.

Los sanitarios no estamos exentos del miedo a la muerte y a la enfermedad y de los preceptos socioculturales que existen en torno a la mujer. La mujer es percibida como una persona débil y todo eso influye en nuestras prácticas.

-¿Cuáles son las consecuencias para el bebé y para la mujer de un proceso de parto acelerado?

Cuando hay contracciones, el bebé recibe un poco menos de oxígeno, lo cual es normal. A medida que avanza el trabajo de parto y que hay más contracciones, se va adaptando a esa carencia de oxígeno progresiva. Pero si nosotros aceleramos el proceso con oxitocina artificial, que provoca contracciones, generamos una rotura de bolsa antes de tiempo, y hacemos pujar a la mujer, lo cual también disminuye el aporte de oxígeno del bebé de manera abrupta, éste no se puede adaptar. Se produce, así, una alteración de la vitalidad fetal evitable.

Sin embargo, el día de mañana la mujer piensa que el bebé era débil, que no pudo con el proceso de parto, que ella no pudo, y nadie piensa en que fue el sistema de salud el que falló.

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